Si continúas caminando atravezando el suelo de sábanas tiradas por los alrrededores del futón lograrás llegar a un enorme ventanal que da a la calle principal de Forks, si abres el ventanal te puedes abrir paso hacia un balcón olvidado, pero es normal que esas ventanas permanescan cerradas y con las cortinas oscuras bloqueando los ojos de los de afuera.
Guiado por un delgado rayo de luz que entra al mediodía iluminando las mantas y almohadones tirados por el viejo suelo del lugar. Si conseguías abrirte paso por ese mar de sábanas que ya no tenían uso lograrías encontrarte con unas gruesas cortinas que dejaban pasar luz solor por un par de huecos causados por polillas o algún otro insecto. Si tenías el valor para correrlas serías segado rápidamente por la luz del mediodía que entra a desintegrar tus indefensas corneas que se habían acostumbrado al martirio de oscuridad que reina el departamento.
Una vez que muevas las pesadas cortinas podrás ver un ventanal enorme con vidrios impecables, casi parecería que nadie jamás ha tocado. Si te sientes un poco más aventurero podrás tomar con firmeza la vieja manija del ventanal para abrirlo haciendo que un fresco y tibio aire entre en conflicto con el moribundo ambiente de adentro.
Al otro lado de la ventana te encontrarás con un balcón, un hermoso balcón oculto en el olvido del habitante de ese departamento. El balcón poseía un borde con unas rejas hasta la altura de la cintura, estas evitaban obvios accidentes, o quizás no tanto. El piso del lugar estaba cubierto por manchas de agua que reflejaban las casuales nubes del cielo, de las paredes salía musgo verdoso y ya hasta comenzaba a crecer hierba entre las rotas baldosas, el clima de Forks era perfecto para ese tipo de plantas.