Guiado por los mauyidos adoloridos del delgado y moribundo gato negro, o quizás guiados por tu indiscutible ignorancia creyendo que aquí podrías encontrar comida que te alimente llegarás a esta vieja cocina.
La cocina parecía bien equipada a simple vista, tiene una enorme heladera, un horno y un microondas. Sin embargo al abrir la heladera se notaba claramente que el blanco predominaba en su interior, quizás había una que otra fruta en mal estado y una botella de refresco sin cerrar correcctamente estancada ahi desde hace días, lo único que había y en gran cantidad eran cartones de leche en buen estado, era lo único y necesario en esa casa.
Las alacenas se encontraban llenas de platos blacos de todos los tipos, redondos, cuadrados, pequeños, medianos, grandes. Parecía que jamás se terminarían. También un poco más escondidos entre las alacenas e encontraban pequeños paquetes de fideos y arrozes que alcanzaban hasta para un mes.
El grifo de agua goteaba contantemente produciendo un torturador sonido que caía sobre una inmensa pila de platos sin fregar, se veía que nadie la había tocado en semanas, y que también a nadie le importaba.
La cocina también tenía otra puerta enfrentada con su entrada en la pared de enfrente. Esta daba al lavadero, este lugar no era nada enorme, yo diría que con suerte cabrían tres personas, aunque en las condiciones que estaba solo lograba entrar el gato dificultosamente a comer de su pobre plato de comida y a hacer sus necesidades, el resto estaba rebosado con pilas y pilas de ropa sucia que se desconocía cuando serían lavadas.